¿Debería México hacerse un país realmente federalista?
Desde la creación de la Constitución, México dice ser un país federalista. Es decir, un país donde el gobierno federal (presidente y congreso) y los gobiernos estatales tienen cierta independencia uno del otro. Pero la estructura actual del país parece ser más de un gobierno centralista, donde se concentra la mayoría del poder en el gobierno federal. ¿Qué significa esto y por qué está frenando el crecimiento de nuestro país?
El federalismo es un sistema político donde se divide el poder entre un gobierno central y gobiernos estatales, cada uno con sus diferentes políticas. Este sistema le da un grado de autonomía a cada estado de llevar sus propias leyes, regulaciones, políticas e incluso llevar su propia constitución estatal, siempre y cuando siga la constitución federal que sirve como base estructural del país. Para mantener un equilibrio entre el país, cada estado tiene su representación en el gobierno federal en la toma de decisiones, como lo es en la Cámara de Diputados y Senadores. Muchos países como Estados Unidos, Alemania y Suiza han adoptado este sistema y han logrado desarrollar sus naciones de manera exitosa. En México, no parece ser igual. Esto no se debe a que el federalismo no funcione, sino a que se ha adaptado un modelo de federalismo mal estructurado.
Un ejemplo de este incorrecto uso del federalismo es la recaudación fiscal y el uso de impuestos. En un país federalista, cada estado tiene la libertad de imponer el porcentaje de impuestos que ellos quieran. Por ejemplo, en EE.UU., California tiene una tasa de sales tax (parecido al IVA) del 7.25% y un impuesto estatal sobre la renta del 10.75%. Mientras que Texas tiene un sales tax de 6.25% y no tiene ningún impuesto sobre la renta (0%). En México, los impuestos principales como el IVA y el ISR son administrados y recaudados por el SAT (Servicio de Administración Tributaria). Como el SAT es una organización federal, la mayor parte del proceso queda en manos del gobierno federal. Dejando a los gobiernos estatales con poca autonomía para modificar los impuestos para el beneficio del estado. Este problema se refleja en la manera en que el gobierno federal reparte los impuestos a cada estado, ya que ellos deciden cuánto recibe cada uno, en lugar de que cada estado reciba lo que generó, como es en EE. UU. Este proceso resulta la mayoría de las veces en una desigualdad entre los estados que más y menos generan impuestos, o en conflictos de interés relacionados con el partido que gobierna el país y el que gobierna el estado.
En México, aunque se supone que cada estado puede tener su propia constitución, esta es muy limitada y tiene mucha dependencia de la constitución federal. Temas como la educación, salud, seguridad y transporte son casi totalmente controlados y regulados por el gobierno federal. Esta poca autonomía obliga a cada estado a seguir la estructura impuesta por el gobierno federal, ignorando las grandes diferencias y necesidades que existen entre cada estado. A diferencia de Estados Unidos, donde cada estado puede tener su propio salario mínimo, sistema de educación, etc., en México los gobiernos estatales tienen una baja oportunidad de modificar leyes o regulaciones de gran impacto. A corto plazo, este cambio puede provocar caos tratando de mantener un orden con la ley, ya que esta cambiaría entre cada estado. Pero a largo plazo, la autonomía estatal refleja instituciones locales fuertes e independientes, donde se reparte el poder y no se concentra en el gobierno central, resultando en un país más democrático.
Con un sistema federalista bien estructurado, el desarrollo se vuelve una competencia entre los estados del país. Al darles independencia a los gobiernos estatales y locales, se les está dando la oportunidad de poder modificar sus instituciones para atraer inversión y ofrecer condiciones económicas, laborales y sociales más atractivas. Esta competencia hace que se empiecen a utilizar nuevas políticas y se adapten las que mejor funcionan, así elevando los estándares entre los estados. El gran crecimiento de algunos estados en EE.UU., como California, Texas, Florida y Nueva York, es el resultado de gobiernos que han sabido ajustar sus regulaciones e innovar sus instituciones para ofrecer la mejor calidad de vida a su población. Parte de lo que frena a México de poder lograr esto es la autonomía limitada que tienen los estados para poder establecer cambios.
Y aunque estos cambios no van a resolver por sí solos muchos otros problemas importantes como la inseguridad, definitivamente serán un avance para el desarrollo y crecimiento del país.